Editorial del lunes 20 de diciembre de 2010
En el argot carcelario, cada uno de los reclusos tiene su jerarquía. En general, ésa calificación está íntimamente vinculada al hecho que motivó su ingreso a un penal. Así encontramos desde “violetas” y “perejiles” entre los estratos más bajos y despreciados por la población recluida, los que gozan de mínimos derechos y a veces menos y todas las obligaciones, y a veces más. Y en la cúspide de la pirámide social de los internos están los “porongas”, pocos y con muchos o casi todos los privilegios, entre ellos muchos excesos. Pero esto no es una denuncia de corrupción interna en los penales, es otra cosa. Salgamos a la calle. Libres.
En la vida en libertad, con todas las limitaciones que ella tiene, parece haber algunos sectores sociales, muy bien representados por algunas grandes empresas y medios de prensa que jerarquizan esta vida del lado bueno de las rejas de una forma muy similar al argot carcelario al que hacíamos referencia.
Creyendo que existimos un gran número de “perejiles” a su servicio, entre los que me incluyo y sometiendo bajo presión a otros sectores que ellos consideran “violetas” se mueven como si fueran o se creyesen verdaderos “porongas”. Digo, no cumpliendo ninguna de las normas que, arbitrariamente consideren en contra de sus intereses sin importar el daño que esto pueda provocar a terceros, cuartos, quintos o quienes sean.
Esta visión nos permite entender algunas cosas y obrar en consecuencia.
Entendemos que Darío y Maxi eran perejiles en esta interpretación.
Proponemos no comprar más el diario Clarín, no abonarse o dar de baja a la empresa Cablevisión y cualquier servicio pago del Grupo Clarín. Ellos no cumplen la ley porque no tienen ganas.
Los perejiles respondemos. ¿Queda claro?
Kike Dordal
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