En la medida que avanzan los juicios por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura cívico militar, va cobrando sentido la ausencia y la muerte de tanta gente. El encuentro con la verdad y sus responsables aislados del tejido social, como una garantía de que no vuelvan siquiera a pensar en reiterar lo que han hecho, pone a sus víctimas – asesinados, desaparecidos y torturados – en un lugar de dignidad, de sentido de la muerte. Como dijera Juan Gelman “Ellos se jugaron la muerte…”
Sin embargo nuestra historia guarda muchísimos héroes y mártires que se jugaron su muerte y no han corrido con la misma suerte.
Los sucesos de abril de 1982 son una clara muestra de este infortunio. Los miles de chicos que han dejado su vida en aquellas islas, donde nunca se les preguntó si querían ir, o tan sólo si se animaban, otros que han vuelto, pero con otra vida, junto a aquellos que nunca han podido recobrarla y muchos, muchos que se la han quitado, como si ya no les sirviera.
Un feriado no alcanza, menos aún cuando ése día es utilizado para reivindicar nuestros legítimos derechos sobre las islas australes. No señores, busquemos otro día. El 2 de abril es fecha exclusiva de todos aquellos que quedaron allá, mal enterrados, o que volvieron, mal reconocidos o incluso muchos que quedaron a mitad de camino, o incluso los que decidieron irse, con la tristeza y la angustia en sus bolsillos. La guerra de Malvinas es un problema interno que nunca resolvimos. El conocimiento de la verdad es lo único que lo puede resolver.
Tal vez la justicia no sea la que cuente con las herramientas para acercarnos a la verdad. Pero sí pongamos la atención en aquellos mismos actores que engañaron a un pueblo ocultándole información al servicio de un proyecto político y económico que no les era propio, pero del cual obtuvieron y siguen obteniendo enormes, inmerecidos e impropios beneficios. Ellos mismos, tal vez, no tal vez, con seguridad, son los que nos impiden hoy recuperar la dignidad de nuestros muertos, y por sobre todo de nuestros vivos, y nos invitan a cantar, con total hipocresía, “Las Malvinas son Argentinas”
Es nuestro profundo deseo que nunca más se los oiga vituperar “estamos ganando”, cuando no sólo eran consientes de que todos estábamos perdiendo, sino que ellos fueron uno de los pocos que en realidad ganaron. Y hoy pretenden seguir ocultando estas verdades.
Va este profundo homenaje a todos los “Iluminados por el fuego”, tanto víctimas de la guerra como de la codicia corporativa humana.
Seamos libres, lo demás no importa nada.
Enrique “Kike Dordal
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