viernes, 19 de noviembre de 2010

SOBERANÍA

                                 (Editorial viernes 19 de noviembre de 2010)

“¡Valientes soldados federales, defensores denodados de la Independencia de la República y de la América!; ahí vienen nuestros enemigos, sostenidos por los codiciosos marinos de Francia e Inglaterra, navegando las aguas del gran Paraná, sobre cuyas costas estamos para privar su navegación bajo de otra bandera que no sea la Nacional... ¡Vedlos camaradas, allí los tenéis!... Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables: aquí no lo serán! ¿No es verdad camaradas? ¡Vamos a probarlo! Tremole en el río Paraná y en sus costas el pabellón azul y blanco, y muramos todos antes de verlo bajar de donde flamea.”
Palabras de Lucio Mansilla antes de la batalla de obligado.
Soberanos…
Muchas zonceras, acuñadas a lo largo de nuestra historia, y repetidas sin pensar en nuestras escuelas, casas y televisores, han instalado la errónea idea de vincular a la soberanía sólo a cuestiones territoriales, a la exaltación de símbolos patrios o, lo que es más grave a pensamientos castrenses o de ideas autoritarias y hasta fascistoideas. Un simple pero claro ejemplo es el sol en nuestro pabellón nacional o el aplauso cuando se retira la bandera de ceremonias.
No por mera suerte y sí por una fuerte gestión en este sentido, en nuestro país desde hace unos pocos años se empezó a hablar de soberanía en su más amplia concepción. No sólo la defensa de nuestras islas del atlántico sur, sino también la soberanía alimentaria, nuestra educación soberana, nuestras leyes de trabajo, la seguridad social, la salud, los recursos naturales, y aún queda mucho camino por recorrer, pero también queda algo en nuestra construcción, que debe ser tratado en términos de soberanía: “La soberanía informativa”.
Un pueblo, para ser soberano, debe tomar decisiones políticas que defiendan sus propios intereses. Para tomar ésas decisiones se debe contar con amplia y buena información. Para brindar ésa amplia y buena información se debe ejercer un periodismo soberano. Un periodista, primero debe informar, debe relatar el hecho con la mayor imparcialidad posible, sea o no de su agrado o conveniencia, luego analiza el hecho y si el mismo lo amerita, hasta puede emitir opinión. El periodista no es dueño de la verdad, simplemente aporta datos para construirla. Un periodista no es bueno por que critica y se opone, ni ha sido sobornado por que adhiere a una gestión. Un periodista en bueno porque es honesto consigo mismo, pero eso solo él lo sabe. Recordemos la frase de la periodista francesa Marguerite Duras, “un periodista es alguien que mira el mundo, su funcionamiento, que lo vigila cada día desde muy cerca, que lo ofrece para que se vuelva a ver, el mundo, el acontecimiento. No puede llevar a cabo ese trabajo y a la vez no juzgar lo que ve”.
La información no debe estar en manos ajenas, ni en las de quienes defienden intereses que no son los del pueblo. Hay mucho periodista vendepatria o mercenario que se disfraza livianamente de crítico imparcial, aunque sus jugosas cuentas bancarias hagan pensar otra cosa.
No somos “civilizados”, ni lo queremos ser. Fuimos y seremos siempre “bárbaros” y así seremos libres.
El pueblo tiene siempre, la última palabra.
Enrique “Kike” Dordal

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